Las historias que aquí aparecen guardan en sí mismas un valor estético único. Como en una realidad fragmentada, exponen de una manera muy creativa y crítica, algunas de las apreciaciones que los autores tienen de nuestra cultura y de la vida urbana.

Una mirada abierta implica estar dispuesto a la exploración de lo desconocido a través de la imaginación, pero también significa querer encontrarse con lo que nos resulta diferente, con el otro y con aquellas cosas que nos son familiares. Son historias que ofrecen al lector un espacio para la reflexión sobre lo que nos rodea, pero también, sobre uno mismo.

Lucila es una joven sensible que se aferra desesperadamente a la narrativa, tratando, tal vez, de aventar recuerdos de un pasado nostálgico. Felipe, un hombre de empresa, que la contiene, la inspira y le transfiere la fuerza de su experiencia para afrontar lo que, para ella, ha sido un arduo camino. El azar los reunió una tarde. De la relación entre ambos personajes, surge un atractivo juego mediante el cual se desarrolla una trama compleja de cuentos que uno y otro relatan.