La hibris, en la mitología griega, representa el exceso de orgullo o arrogancia que conduce a desafiar a los dioses, y desencadenan castigos y calamidades. Se refiere a una actitud desmesurada de autosuficiencia y soberbia que lleva a ignorar límites y a creerse invulnerable ante las consecuencias de sus acciones. Esta idea se ha utilizado en la literatura y el arte para describir la desmesura humana y sus consecuencias.
En Catarro, escrita y dirigida por Mario Segade, ese exceso desmedido y desbordante se despliega como una tormenta feroz que azota cada aspecto de la obra. En medio de esta vorágine, encontramos a Ángela y Roberto, cuyas dos vidas se entrelazan en un torbellino de sueños, deseos y anhelos que se desbocan en una lucha por tener el control en medio de la tempestad.
La brisa marina de Miramar se mezcla con la gran lluvia que se avecina, un preludio del caos que se desatará en la vida de Ángela y Roberto durante el verano de 1974. Es aquí donde la exageración de todo, desde los sueños de Ángela hasta la soberbia y la violencia machista de Roberto, se manifiesta de manera contundente.
La ilusión inicial de Ángela, ama de casa adicta a las telenovelas, y Roberto, funcionario del gobierno peronista, por un verano idílico, es tan efímera como las gotas de lluvia que golpean el suelo de su casa prestada. En este escenario, donde el teléfono se corta a cada instante, se gesta una historia impregnada de deseo, desencanto y el inevitable telón de fondo político de la época.
La situación se vuelve más intensa debido al estado de salud del General Perón, quien atraviesa un catarro, sumiendo a Roberto en la expectativa de recibir noticias cruciales sobre la salud del presidente. El temporal que corta las comunicaciones telefónicas desata el caos y lleva a su departamento a una vecina inesperada. Esta nueva presencia introduce soluciones sorprendentes y desconocidas para la pareja. A medida que la trama avanza, el misterio detrás de los sueños premonitorios de Ángela cobra una relevancia impactante. Sus escritos matutinos, que parecían simples divagaciones, se tornan revelaciones sorprendentes de sucesos que comienzan a materializarse en la vida real. Los eventos que Ángela había profetizado en sus sueños se entrelazan con la realidad de manera inquietante. El contraste entre la aparente ingenuidad de sus escritos y la precisión con la que se vuelven realidad da lugar a un humor absurdo y desconcertante. Principio del formulario
Maite Velo en el papel de Ángela desarrolla un matiz emocional cautivador: su adicción a las telenovelas y sus sueños premonitorios se entrelazan de manera magistral. Vainstein, por su parte, encarna a Roberto con una mezcla única de humor, vulnerabilidad y tenacidad, presentando los dilemas de un funcionario de quinta en un contexto político convulso. Vanina Montes, en el papel de la vecina, ofrece una interpretación con una voz potente y misteriosa.
La escenografía minimalista se convierte en un personaje más de la obra, transformándose con astucia en diferentes ambientes de una casa, puertas de entrada y salida, pasillos y calles. Cada objeto presente en el escenario cobra vida propia. Esta simplicidad escénica no solo evidencia la destreza de la dirección, sino que también permite que la atención se centre en la riqueza de los diálogos y la interpretación de los actores.
Las pantallas desempeñan un papel central en el transporte del espectador a través del tiempo y el espacio. La cuidadosa integración de las pantallas en la narrativa contribuye a la creación de un ambiente inmersivo, donde las imágenes proyectadas se entrelazan armoniosamente con la actuación en vivo.
En el tejido narrativo de Catarro, la hibris se encarna en cada giro inesperado de la trama, cada quiebre en las expectativas y en la ilusión de controlar lo incontrolable. La obra se convierte en un cruce entre la telenovela setentera Pobre Diabla y su propia narrativa, donde la mujer de Roberto se transforma en una figura emblemática de esa diabólica lucha por sobrevivir y encontrar un lugar en un mundo convulso. Los personajes, extremos y exagerados como los de las novelas de la época, encarnan los deseos y las fantasías más intensas que la gente anhelaba en aquel entonces.
La exageración y el descontrol se entrelazan en un torbellino de emociones y situaciones bizarras. Los límites se desdibujan, las risas se mezclan con la violencia, la fantasía se convierte en realidad distorsionada y el intento desesperado por mantener el control se desmorona en medio de la tormenta desatada. Esta obra, en su esencia, captura, con humor e ironía, la lucha humana por dominar lo incontrolable, y explora los extremos de la naturaleza humana en un contexto turbulento y lleno de contrastes.
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FICHA DE LA OBRA
Dramaturgia: Mario Segade
Actúan: Vanina Montes, Abian Vainstein, Maite Velo
Voz en Off: Arnaldo André
Diseño de vestuario: Laura Singh
Diseño de escenografía: Vanesa Abramovich
Diseño sonoro: Juan Ignacio Guerra, Matias Guerra
Video: Juan Ignacio Guerra, Matias Guerra, Matias Guerra
Música original: Juan Ignacio Guerra, Matias Guerra
Diseño De Iluminación: Leandra Rodríguez -Adea-
Fotografía: Nahuel Lamoglia
Diseño gráfico: Paco Fernández
Asistencia de dirección: Melissa Zenobi
Producción ejecutiva: Adriana Yasky
Colaboración artística: Guido Losantos
Coreografía: Diego Rosental
Dirección: Mario Segade
Agradecimientos: Romina Ardalla, Guillermina Fernández, Gabriela Jajam, Franco Segade, Rafael Spregelburd
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