Las fiestas son, ante todo, un momento de intercambio. Mensajes, cartas, dedicatorias y discursos circulan con la intención de acercarnos a los demás, de compartir deseos y sentimientos. Sin embargo, este intercambio no siempre logra transmitir claridad, empatía y respeto, elementos fundamentales para que nuestras palabras lleguen como las imaginamos, especialmente cuando las emociones están tan presentes.
Este tiempo también nos invita a reflexionar sobre cómo nos expresamos y sobre las herramientas que usamos para hacerlo. Así como evaluamos lo vivido durante el año, ¿por qué no detenernos a pensar en nuestras prácticas textuales? En un mundo diverso, cuidar la accesibilidad en la comunicación se vuelve una responsabilidad. Accesibilidad no es solo cuestión de formatos; es también asegurarnos de que nuestras palabras sean comprensibles, inclusivas y sensibles a quienes las recibirán.
La claridad nos permite transmitir el mensaje sin ruido; la empatía nos ayuda a ponernos en el lugar del otro; y el respeto nos guía hacia una comunicación que no excluya ni invisibilice. En un mensaje breve, en una tarjeta o incluso en una publicación en redes, tenemos la oportunidad de construir un puente que no solo informe, sino que también conecte.
Que este fin de año nos sirva para ajustar nuestra brújula comunicativa: elegir palabras que acerquen, que reflejen el valor de quien lee y que sean verdaderamente inclusivas. La escritura, cuando se ejerce con propósito, puede ser el regalo más universal de todos.
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