Hasta no hace muchos años, ser un hombre de la moda y ser gay era un acto de rebeldía condenado por toda la sociedad.
En su cuarta temporada, Paquito (la cabeza contra el suelo) resucita la esencia de Paco Jamandreu, un hombre cuya vida fue una pasarela entre el glamour y la lucha. Jamandreu no fue cualquier modisto; fue el modisto y amigo de Eva Perón, figura central en la historia argentina. Sin embargo, en esta íntima y vívida interpretación de sus memorias, Paquito elige «casi» no hablar de ella. En cambio, se enfoca en sí mismo, en sus propias historias, sus aventuras, sus teorías, sus amigas y, sobre todo, sus amores.
Las luces y el humo envuelven el escenario, y crea una atmósfera de nostalgia y encanto que sirve como telón de fondo perfecto para la narración de las historias de Paquito en clave café concert, bajo la dirección de Juanse Rusch. El elenco, compuesto por actores talentosos y versátiles-Maiamar Abrodos, Lucía Adúriz, Matias Lopez Barrios, Nicolás Martin y Paola Medrano- da vida a un mosaico de personajes que acompañan a Paquito en su viaje de recuerdos. Sus interpretaciones son una mezcla magistral de humor y drama, y captura la esencia de un hombre cuya vida fue tan trágica como cómica.
El piano, tocado por Sebastián Sonenblum, es una pieza fundamental, marca el tiempo, acompaña el relato y crea un ambiente sonoro que envuelve al espectador y que, definitivamente, suena a estar nadando dentro de una cabeza que habla.
En Paquito el tono cómico es omnipresente, pero nunca superficial. La obra se convierte en una meditación profunda sobre el derecho a la ternura, un derecho que Paquito buscó incansablemente. En sus memorias, se revela no solo como el modisto famoso, sino como un ser humano que vivió de un anhelo: cariño. Sus aventuras amorosas son un reflejo de su deseo inquebrantable de encontrar a aquel hombre que lo ame entero y para siempre.
Paquito Jamandreu fue un puto gracioso y talentoso que vivió toda su vida como el mejor de los dramas del cine. Un modisto, un fino, un descamisado, un amante, un amigo. La representación de su vida es más que un homenaje; es un acto de resistencia y memoria. En cada escena, se entrelaza la lucha y la celebración de la identidad queer, y nos recuerda la importancia de la aceptación y el amor en un mundo que a menudo se muestra hostil.
Este es el teatro que al pasarte te forma y te transforma. En palabras de Ozqui Guzmán, pronunciadas en la marcha en apoyo al Instituto Nacional del Teatro y el Fondo Nacional de las Artes en marzo de este año: «Todo pueblo necesita un teatro que represente el drama de su propia existencia». Paquito es precisamente eso: una representación sincera y conmovedora del drama de la existencia gay.
Ficha artística
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