Rígidos y estilizados, enmarcados en prendas ceñidas de cuero negro y charol, tres maniquíes invitan a los espectadores a un mundo de desafío y provocación. Músculos finamente delineados en un juego simétrico propio de la armonía de sus formas perfectas, que, desde pedestal silente guardan, tras la imagen vívida e inmóvil, la sombra y el deseo de una sociedad donde la verdad es un valor perdido.
Con esta imagen comienza Severa vigilancia, una adaptación del clásico de Jean Genet, a cargo de Diego Ezequiel Ávalos.
Llevados por el torbellino de los claroscuros de la postguerra, Jean Genet, un autor que desafiaba las normas y convenciones, se convierte en el catalizador de una profunda exploración de las complejidades del poder, la identidad y la moral a través de esta obra. La Francia de posguerra, aun tambaleándose bajo el peso de la ocupación alemana, se encontraba inmersa en una reconfiguración de la verdad, una reescritura de la historia y la atribución de méritos en la narrativa de una guerra que había marcado cicatrices en la sociedad.
El contexto histórico y social que rodea la creación de la obra de Genet es crucial para comprender su resonancia y sus temas. En un momento en que la sociedad francesa se tambaleaba entre la revisión de las políticas adoptadas durante la ocupación alemana y la realidad cruda de las acciones y narrativas de sus ciudadanos, emerge una historia confusa sobre quién había hecho qué durante la guerra. Las afirmaciones de haber eliminado a tantos enemigos potenciales se convirtieron en una moneda corriente, revelando la maleabilidad y la reescritura de la verdad en función de las conveniencias.
La adaptación de Ávalos, se convierte en un eco inquietante de esta realidad turbulenta. El elenco, conformado por Pato Censi, Grei Rivero, Juan Salmeri e Inti Zúñiga, despliega una actuación multifacética que desentraña las profundidades de sus personajes en una coreografía de oscilaciones entre la seducción, la violencia y la vulnerabilidad.
La historia de Ojos Verdes, Lefranc y Mauricio, maniquíes condenados a los confines subterráneos de un shopping tras cometer delitos contra los clientes, no solo refleja una lucha por la supremacía entre ellos, sino que también plantea interrogantes sobre quién es el mayor delincuente. En esta jaula de cristal, bajo la mirada escrutadora de un guardia de seguridad, se desencadena un oscuro y perturbador ritual que mezcla la seducción con la violencia y la muerte.
La mezcla de teatro, canto, baile y proyecciones de video en esta versión de Severa vigilancia es un tributo a la genialidad de Genet. La producción se sumerge en la belleza de su poesía para revelar nuestra trágica condición de confinamiento y soledad, no solo en términos físicos, sino también en un encierro existencial impuesto por las dinámicas del poder y el consumo.
En el hervidero de emociones y pasiones que habita en Severa vigilancia, la permanente tensión sexual entre los personajes cobra dimensión, y se convierte en un elemento fundamental que electriza la atmósfera. Los roces constantes de cuerpos, la amalgama de golpes que se entremezclan con susurros casi inaudibles, generan un movimiento desbordante de deseo, confrontación y entrega. El cuero, las transparencias y el charol son extensión visual de esa sexualidad latente, subrayando el magnetismo erótico que impregna la obra.
El sadismo y el erotismo se entrelazan en una danza sutil pero visceral, que expone el tormento y el éxtasis. El cuero se adhiere a los cuerpos, las transparencias revelan más de lo que esconderían y el charol brilla como un reflejo de los instintos más bajos. Los personajes transitan un universo de placeres y dolores que exploran la fragilidad de la moralidad y desafían los límites de la percepción de lo que es aceptable en el escenario.
La trama nos presenta a estos maniquíes como exponentes del universo consumista, arroja una luz penetrante sobre la naturaleza del consumo en sí misma. La obra, como un espejo distorsionado, refleja cómo el mundo de la moda y el consumo se convierten en cámaras de vigilancia y control, al mejor estilo foucaultiano, donde la adquisición de bienes, el poder y la competencia se entremezclan en un entorno de belleza y de muerte: una prisión más allá de las paredes físicas.
En la línea argumental de la obra original de Genet, la cuestión de la verdad se vuelve un laberinto inescrutable, una verdad tan escurridiza como sus personajes. Genet, hábil en su narrativa, desdibuja las líneas entre la realidad y la representación, poniendo en duda no solo la percepción de los personajes sobre sus propias acciones, sino también la interpretación del público sobre lo que presencia en escena. Es precisamente en este torbellino de pasiones, deseo, control y confrontación donde yace la esencia de la verdad en Severa vigilancia.
La inaccesibilidad de una verdad única, el cuestionamiento constante de las percepciones, y la dualidad entre lo que se muestra y lo que se esconde, se convierten en el núcleo que desafía al espectador a enfrentarse con la fragilidad de la verdad, esa verdad que es tan vulnerable como los maniquíes en su juego de máscaras y revelaciones, de desafío y de provocación, de verdades y mentiras, de consumo y de muerte.
FICHA DE LA OBRA
Libro: Jean Genet
Adaptación y traducción: Diego Ezequiel Ávalos
Actúan: Pato Censi, Grei Rivero, Juan Salmeri, Inti Zuñiga
Maestro De Tango: Viviana Maceri
Voz en Off: Vero Larrea, Hernán Statuto
Vestuario: María Rosa López, Luciano Parente Ormaechea
Escenografía: Paula Arias
Maquillaje: Paula Arias
Diseño de luces: Rodolfo Eversdijk
Diseño Audiovisual: Inti Zuñiga
Grabación De Sonido: Antonio Lens
Música original: Mariana Aulicino
Proyecciones: Miguel Alvarez
Fotografía: Matías Calzolari
Diseño gráfico: Inti Zuñiga
Asistencia de dirección: Santiago Libarona
Prensa: Duche&Zarate
Coreografía: Mariano López Pujato
Realización: Omar Enrique Páez
Dirección vocal: Claudia Di Doménico
Dirección: Diego Ezequiel Ávalos
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