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Foto del escritorNuria Gómez Belart

Una película sin Julie

Julie Andrews, con su voz inolvidable y su presencia icónica, ha sido la personificación del musical clásico. Protagonizando obras que se han convertido en verdaderos pilares de la historia del cine: La novicia rebelde, Mary Poppins y Victor Victoria, y otras obras que no solo deslumbraron al público por su excelencia técnica, sino que también capturaron el corazón de los espectadores. Julie Andrews tiene el don de cantar sobre el mundo interior de sus heroínas, una suerte de paraíso interior, un refugio de pureza y alegría, donde las canciones revelaban deseos, anhelos y emociones con una sencillez encantadora.

Una película sin Julie, de Fernando Albinarrate, se presenta como un musical que va más allá de la simple narración. Es una obra que invita al espectador a transitar por un viaje emocional, a través de la vida de Catalina Lonely, un personaje cuya infancia queda marcada por la figura de Julie Andrews, la legendaria estrella de Hollywood que se convierte en su amiga imaginaria y guía emocional.

La trama, que se desarrolla en un entorno escenográfico minimalista, expone una reflexión sobre los sueños y fantasías infantiles que, a menudo, se mantienen a lo largo de la vida y moldean la identidad y las decisiones de cada individuo. Bajo la dirección de Julio Panno, la obra se enfoca en la interpretación actoral y en la creación de un espacio que, sin necesidad de ser figurativo, consigue evocar emociones complejas en los espectadores. Lucila Gandolfo, además de ser la creadora de la idea original del espectáculo, ofrece una actuación rica en matices y llena de emociones, junto con una técnica vocal excepcional.

El universo cinematográfico de Julie Andrews sirve como un marco referencial. Sin embargo, a medida que la obra avanza, la vida de Catalina adquiere una fuerza que sobrepasa a la figura evocada.

La obra plantea de manera poderosa una de las contradicciones más profundas de la experiencia humana: la tendencia a huir de quienes somos en busca de aceptación, y cómo esa huida nos lleva inevitablemente a la angustia y a la insatisfacción. La voz de Catalina Lonely onfronta al espectador con las realidades de la vida adulta, aquellas que despojan a la niñez de su magia, pero que encuentran una forma de redención a través del arte. Una película sin Julie recuerda al espectador que la música y los sueños de la infancia no desaparecen por completo; simplemente esperan el momento adecuado para resurgir y reconectarse con la esencia más pura de cada persona.

Nos pasamos la vida intentando adaptarnos a moldes y expectativas que no nos pertenecen, creyendo que solo así seremos queridos o valorados por los demás. En ese proceso, construimos una identidad basada en lo que pensamos que el mundo quiere ver, no en lo que queremos ser, con la esperanza de evitar el rechazo o la desaprobación.

Catalina Lonely, con su vasto mundo interior, representa a aquellos cuya riqueza emocional y mental crea un universo tan profundo y complejo que, inevitablemente, tiende a aislarlos del entorno social. Cuando una persona posee un mundo interior tan grande, el espacio que deja para la vida social tiende a reducirse, no por falta de deseo de conexión, sino porque la intensidad de esa interioridad puede ser abrumadora, tanto para uno mismo como para quienes están alrededor.

En la vida, la mayoría de las personas tiende a construir imágenes de los demás basadas en suposiciones y proyecciones. Se cree que lo que se ve en la superficie, lo que se manifiesta externamente, es un reflejo fiel del mundo interior de alguien. Sin embargo, estas construcciones son a menudo simplificaciones que no capturan la verdadera complejidad de la persona. Pocas son las veces en que alguien se toma el tiempo y el esfuerzo de adentrarse en la interioridad de otro, de entender realmente lo que pasa por su mente y corazón. Esta falta de conexión auténtica no solo perpetúa la soledad interna de personas como Catalina, sino que también refuerza la idea de que esa profundidad debe ser ocultada o suavizada para ser aceptada socialmente.

El mundo interior, con toda su riqueza y su oscuridad, es un lugar donde cada individuo lucha con sus propias verdades, miedos y deseos. Es allí donde cada uno se convierte en su propio juez, muchas veces, implacable. La dificultad de encontrar un espacio en el mundo social donde esa interioridad pueda ser compartida sin juicio o incomprensión lleva a un retraimiento aún mayor. Así, el ciclo de aislamiento se perpetúa: cuanto más rica y compleja es la vida interior de una persona, más se distancia del mundo exterior, y cuanto más se distancia, más difícil se vuelve para otros comprender y vincularse auténticamente con ella.

La obra invita a reflexionar sobre esta realidad, y le hace experimentar al público una verdad: detrás de cada fachada hay un universo de pensamientos, emociones y experiencias que pocas veces son compartidos en su totalidad. Una película sin Julie es un llamado a reconocer la profundidad de los demás, a acercarse con empatía y a entender que la verdadera conexión no se logra a través de imágenes simplificadas, sino a través de la aceptación de la complejidad humana. Cada persona es un mundo, y solo cuando uno se acerca con autenticidad y apertura puede empezar a comprenderlo, y quizás, a aliviar la carga que esa interioridad a veces representa.

Una película sin Julie se convierte, entonces, en mucho más que un homenaje a ese paraíso interior que Julie Andrews supo transmitir a través de sus musicales: la voz de Lucila Gandolfo se alza como el puente entre los mundos que nos habitan y en los que habitamos, y nos recuerda que, el paraíso interior pueda desvanecerse, su melodía perdura en lo más profundo y es nuestra decisión abrazar esa musicalidad que nos hace ser extraordinarios.


Ficha de la obra

Autoría: Fernando Albinarrate

Idea: Lucila Gandolfo

Actúan: Lucila Gandolfo

Piano:Fernando Albinarrate, Nicolas Di Lorenzo

Diseño de vestuario: Miguel Ale Granado, Julio Panno

Diseño de escenografía: Miguel Ale Granado, Julio Panno

Diseño de luces: Julio Panno

Realización escenográfica: Ariel Hevia

Realización de vestuario: Aníbal Duarte

Fotografía: Claudio Larrea, Sebastián Szyd

Arte: Jorman Gutiérrez

Asistencia de dirección: Miriam Costamagna

Producción: Miguel Ale Granado

Coreografía: Verónica Pecollo

Dirección: Julio Panno

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